La llegada del primer grupo de colonos a la colonia Buena Vista, hoy Poblado Benito Juárez, el 10 de junio de 1949, marca el inicio formal del proceso de colonización del Valle de Santo Domingo, mismo que culminaría con la formación de más de setenta colonias, las cuales se integraron, en su mayoría, con gente venida de diferentes partes del país.
Los
primeros años de este proceso fueron difíciles. No había caminos ni la
infraestructura mínima necesaria, llámese maquinaria, tiendas, bancos, y otros
servicios. Nada. Sin embargo, el apoyo solidario del gobernador del entones Territorio,
el general Agustín Olachea, y la férrea voluntad de quienes fueron llegando a
esta región, agricultores, maestros, prestadores de servicios, amas de casa,
etc., lograron consolidar este proyecto hasta convertirlo en la zona agrícola
más importante de Baja California Sur, y darle presencia en el contexto nacional
por la calidad de sus productos.
Cuando estuvo culminada la carretera comenzó a
llegar equipo para el desmonte de diferentes zonas, así el trabajo fue más
fácil, en ese sentido. No obstante, como a todos los recién llegados los
llevaban al lugar asignado para que abrieran su rancho, ahí, en medio del monte,
los bajaban del transporte, les dejaban un tanque de doscientos litros con agua
que a los días se ponía amarilla debido al moho. Les dejaban también comida
para treinta días. Como se imaginarán, había que improvisar un lugar para
vivir, hornillas, sanitario y dónde bañarse, y comenzar a trabajar en el
desmonte. Con los años las cosas fueron mejorando en algunos aspectos, sin
embargo, pasaría mucho tiempo para que esto cambiaran realmente y el progreso
llegara a esta región.
La mayoría de los colonos y pioneros eran
personas que venían de lugares en los que ya había los satisfactores necesarios
para su subsistencia, y como querían mejorar, dejaron su tierra y sus
propiedades (los que la tenían), para emigrar a este valle en el que esperaban
encontrar una mejor forma de vida. Fueron años difíciles para adaptarse, pues venían
acostumbrados a ciertas comodidades elementales, como para venir a llegar a
donde no había nada, sino polvo y grandes soledades.
En los primeros años, una vez que se les
terminaban los víveres que les mandaba el gobierno del Territorio, como antes
dije, tuvieron que improvisar para resolver sus problemas. Tomemos en cuenta
que no había tiendas donde comprar, ni dinero para ello; la gente comía
pitayas, tunas, que conseguían de donde se pudiera, incluso cualquier otra
planta del monte, conejos, liebres, palomas, chacuacas u otros animales
similares. Después, cuando los ranchos tuvieron agua, se criaron animales y se
sembraron hortalizas, y con ello resolvieron en parte las necesidades de
alimentación. Sin embargo, había otras carencias que no estuvieron contempladas
en los apoyos del gobierno, tales como la ropa y la vivienda, que hubo de
resolverse construyendo casas de cardón o pitahaya, por ejemplo.
Los primeros colonos
Cuando llegaron los
primeros colonos, los de la Nueva California, aquí no había nada, sólo un mundo
de cardones y mezquites para donde voltearan. Ah, y la Casa del Viajero que
construyera el general Francisco J. Múgica en 1945, para descanso de las
personas que iban al norte o al sur.
El
primer grupo de colonos llegaron al atardecer de un día del mes de junio: “nomás
reinaba un silencio aterrador, una obscuridad total”, dice don Felipe Contreras,
en entrevista a Juan José Escobar. “A lo lejos se escuchaba el aullido de los
coyotes y el ruido que provocaban algunas aves nocturnas”, agregó. “Varios
quisieron regresarse, pero la falta de recursos
en algunos casos y el amor propio en otros, les impidió hacerlo.”
Este grupo lo integró el licenciado
Pablo Patiño, Tomás Flores Arriaga, Paulino y Fortino Maya Rivera, Felipe
Carrillo, Felipe Contreras Díaz, Raymundo Hernández Arredondo, Catalino Flores Arriaga
y María Luisa Bravo, Felipe Carrillo Aguilar.
Don Leoncio Coronado, quien se
integró en los primeros años a la colonia Nueva California por instrucciones
del general Olachea, comentaba que el tiempo que hacían ellos para traer
provisiones de Buena Vista a La Paz, era de cuarenta y hasta cuarenta y cinco
horas de traslado, sino llovía.
Cada
quince días iban a La Paz en el único camioncito que tenían, para recibir los
quinientos pesos que el grupo organizado de la Ciudad de México les giraba para
lo más elemental: mercancía. Se compraba también un barril de gasolina de
doscientos litros que se traía en el mismo camión.
El
chofer era Tomás Flores y lo acompañaban don Paulino y Fortino Maya y don
Leoncio Coronado.
Ante
la falta de maquinaria, los primeros desmontes se hicieron con hacha y machete.
Así lo recuerda don Leoncio Coronado: “la
herramienta que traían los colonos de la Nueva California eran Machetes,
hachas, talachos. Y era todo. Pero traían el corazón abierto para desmontar y trabajar
la tierra que les había gustado”.
La
primera siembra sería un año después, en 1950, en la colonia Nueva California,
la cual estaba integrada por gente venida del Distrito Federal. “Los Catrines”,
les decían, por su forma de vestir. La mayoría de los colonos eran de
extracción campesina y vestían como tal, mas no los del Distrito Federal que en
lugar de chamarra, usaban saco.
En
sus inicios los pozos agrícolas estaban equipados con motores de combustión
interna y funcionaban con diésel, así que los agricultores aprovechaban el
viaje a La Paz y encima de la carga llevaban tibores de doscientos litros para
al regreso traer el combustible necesario para sus equipos de bombeo y
maquinaria.
Visita del general Olachea
En octubre de 1949 el
general Agustín Olachea, acompañado por el señor Leoncio Coronado, en ese
entonces militar comisionado al puerto de Loreto, en conjunto también del ingeniero
Agrónomo Joaquín Sagrista, llegó en gira de trabajo al Valle de Santo Domingo,
el recorrido se hizo por el camino antiguo, pues no había carretera.
El general
llegó a Buena Vista, hoy Benito Juárez, en donde estuvo un día. Continuó al
siguiente a María Auxiliadora y Santo Domingo con don Santos Castro, para
después continuar hacia los Comondú. Esta fue una gira de
reconocimiento para lo que se proyectaba sería una importante región agrícola.
Colonia Jalisco
El 10 de mayo
de 1950 llegó al Valle de Santo Domingo el grupo encabezado por Salvador
González Moreno, procedente de El Chante Jalisco, integrado por dieciséis
familias, las cuales se establecieron a cinco kilómetros al sur del poblado
Santo Domingo, formando la colonia Salvador Allende, a la cual posteriormente
le cambiaron el nombre por Jalisco, entidad de la cual procedían todos sus
integrantes.
Sra. Eva González,
de Ciudad Insurgentes
Era yo una niña
de once años cuando mi papá decidió venirse para acá. Mi madre no estaba de
acuerdo y nosotros le platicamos a la maestra de la escuela, quien nos dijo:
―¿Cómo que se van a Baja California? ¡Dicen que allá hay hasta víboras con
cuernos, que es un desierto!
Llegamos y le dijimos a mi mamá:
―La maestra dice que allá hay hasta víboras con cuernos. ¿Ves? Por eso yo
no quiero que nos vayamos.
―Ustedes díganle a su papá ―nos comentaba― que no nos vamos. A ustedes sí
les va hacer caso.
―Papá, mi mamá no quiere ir a Baja California.
―No, mujer ―le arengó―, si al otro lado del mundo me dicen que yo voy a ser
dueño de un pedazo de tierra, allá nos vamos. Allá me voy. No tengo nada que
perder.
Y efectivamente, nos venimos.
En realidad esto era un desierto. El general Olachea era amigo de mi papá,
desde antes se conocían y fue generoso, muy amistoso. Nos visitaba y allí se
quedaba en la colonia y se iba a la sierra por tres días, y luego regresaba.
Un día llegó y le dijo al capitán que andaba con él:
―¡Mira qué belleza de tortillas!
Era un comal lleno de tortillas de trigo molido en el molino, pero de ahí
no salía harina fina
―¿Belleza? ¡Mis hijos tienen la lengua escaldada porque no se la pueden
comer! Yo le digo a mi esposo que en este desierto nos vamos a morir de hambre.
A él, al general, creo que le dio mucha pena porque seguido venía. La siguiente
vez que regresó, venía de Los Planes un señor que cortaba verdura y hortaliza. Le
trajo a regalar lechugas de allá. Nosotros llegamos en el año cincuenta, y no
había nada. A puro pico y pala, a empezar. Después, por el trabajo, todo vino
en abundancia al pueblo, gracias al esfuerzo del trabajo. Gracias a ese ánimo
de mi padre, en 1950 llegamos cuando no había nada. Pero con el trabajo y el
esfuerzo después se tuvo todo y yo agradezco muchísimo ese esfuerzo.
Los colonos
La llegada de cada grupo de colonos fue por demás
dramática, porque, si bien es cierto, el gobierno del Territorio les
proporcionaba los camiones para el traslado, llegaban al lote asignado
previamente y ahí los dejaban, en pleno monte, completamente aislados. Tal vez
los de Buena Vista y la colonia Revolución no estuvieron en esa circunstancia dado
que ya había una construcción y un pozo de cielo abierto del cual se surtían de
agua; pero, en general, las cosas en el resto de las colonias eran muy
parecidas.
Sin materiales para construir
una vivienda, la mayoría tuvo que aprender. Venidos de diferentes partes de la República,
de lugares en donde los recursos naturales empleados en la construcción y las
propias viviendas eran diferentes a las locales, tuvieron que dejar pasar un
tiempo antes de conocer el tipo de materiales de la región y poder utilizarlas.
En ese andar, les tocó vivir algunas experiencias inolvidables.
El señor Federico Medina, de Cd.
Insurgentes, comenta:
“Cuando nosotros llegamos a
este Valle de Santo Domingo, el general Olachea nos mandó a El Triunfo para
traer hojas de palma y hacer casas, aunque nosotros no sabíamos cómo
acomodarlas.
”Nuestro grupo se componía,
entre chicos y grandes, de cincuenta y cuatro personas. De mi familia eran veinte.
Entonces nos repartimos las palmas como nos tocó.
”Acomodamos los palitos por allí
y pusimos las palmas encima, le echamos unos leños arriba para que no nos las
volara el aire. Y mire usted, como aquí nunca llueve, ¡quién nos iba a decir
que a los quince o veinte días nos llegaría el aguacero!
”Llegamos el 4 de octubre de
1951 a un rancho ganadero que se llamaba San Pedro. Como a los veinte o treinta
días se nos vino la lluvia. Pues tuvimos agua filtrada o colada. ¿Qué hicimos? ¡No
me lo va a creer! Tuvimos que escarbar y sacar tierra seca con las uñas. Los
catres que teníamos los pusimos arriba como techo y nos metimos debajo de ellos
en los hoyos que escarbamos para poder dormir.
”Así vivimos esa rachita que
tuvimos ahí, de siete a ocho días, porque se vino un «agual» que nos dejó una
semana bien empapados.”
Colonia El Norte
Se fundó la colonia El Norte, por el rumbo de Los Algarrobos,
a la altura del kilómetro 222, con personas llegadas de Chihuahua.
“En abril del 52
iniciamos nuestra primera siembra de algodón”, dice don Manuel Estrada. “Fuimos
los primeros. Sembramos cinco hectáreas y se dieron muy bien.”
El grupo de esta
colonia lo formaban Pilar y Pedro Terrazas Niles, Eutimio Rojo, Ángel Lozano,
Antonio Terán, los hermanos Raúl, Pedro y Celso Loya y don Manuel Estrada
Beltrán.
Llegaron al
Valle de Santo Domingo, unos el día 4 y otros el 6 de enero de 1952,
procedentes de Chihuahua, desde donde habían viajado a Mazatlán y de ahí, en
barco a La Paz. Hicieron el recorrido de La Paz al Valle de Santo Domingo en cerca
de diez horas.
Como no había
despepitadoras de algodón, en el Valle hicieron las pacas con una prensa de
alfalfa y las mandaron a Guaymas, Son.
Colonia Nueva Jiménez
Don Jesús Martínez llegó en enero de 1953, procedente de Torreón,
Coahuila, como piloto aviador-fumigador, cuando todavía no existía ni Ciudad Constitución
ni Ciudad Insurgentes. Había puro llano, puro monte, puro desierto, así nos lo refiere
el propio señor Martínez.
Nos platica don Jesús que llegó junto con su esposa, desde La Paz, en
un carro que le proporcionó el general Olachea, y que se hacían 36 horas de
camino sobre terracería, porque no había carretera.
“El pavimento estaba hasta el kilómetro 18, lo demás era brecha o terracería.
Por eso el camino de terracería parecía lavadero. Traía a mi familia, Justina,
y sus hijas, Olga y Laura. Además talachos y teodolitos, balizas, hachas,
machetes, y horquillas y mucho frijol y harina para comer.
”En el 228, seis kilómetros hacia adentro, se formó la colonia Nueva
Jiménez. En el lote número 1 de la colonia se sacaba agua de un pozo que tenía,
en ese entonces, una profundidad de ocho metros en el llano largo, líquido que
se extraía mediante un balde y un burro.”
Don Jesús Martínez, mejor conocido como don Pato Martínez, agarró el
lote número 4; se brecheó y desmontó, y luego el gobierno les proporcionó
tractor.
“Nosotros hicimos casa debajo de un mezquite. En un cardón con varas
de jara se usaba para colgar los sartenes. En ese rancho duramos hasta el
sesenta.
”Habíamos salido de Lerdo, Durango, una gran ciudad, con todas las comodidades
habidas y por haber, para venir a llegar al monte, aislados de toda
civilización. O eso parecía.
”Recuerdo que hacíamos a un lado las espinas para poner un costal y
sentarnos; también poníamos una sábana en un palo fierro para darnos sombra.
”Los camiones que iban a La Paz a traer las provisiones tardaban mucho
y se acababa la comida. Entonces doña Justina iba al monte y juntaba tunas de
las choyas y las ponía a hervir con cebolla o chile. Y si querían dulce, cocían
el piloncillo con biznaga.”
”Cuando sacaron agua sembraron hortalizas.
Después llegó el primer profesor que era Eliseo Medina. Tenía que
caminar siete kilómetros para llegar a la escuela que estaba en la Nueva
Jiménez. “No sabía manejar”, dice doña Justina, “pero la necesidad de llevar a
las hijas a la escuela le obligó a subirse a un carro. Como no sabía darle
reversa, cuando llegaba a la escuela daba una vuelta grande para poder
regresarse.
”Apenas se empezaba a meter el sol y yo empezaba a llorar y las niñas también.
Nada más se empezaba a meter el sol, él cortaba choyas para hacer lumbre. Antes
de dormirse nos acostábamos con luz de día, porque no había ni petróleo ni
tractolina.
”Cuando nos acostábamos tendíamos un costal. Una vez Laura empezó a
rascarse y rascarse. Entonces vimos que salía una hilera de hormigas de bajo
del costal donde dormíamos, y al levantarlo miramos que había una víbora muerta
la habíamos matado con el peso del cuerpo. ¡Las hormigas se la estaban comiendo!
”Estábamos en el peligro siempre, porque había muchas serpientes en el área.
”Salíamos a La Paz a las tres de la mañana y llegábamos a las ocho de
la noche.”
Col. Revolución
En ese mismo año arribó a la colonia Revolución
Mexicana el primer grupo de colonos procedentes de Mexicali, los cuales se
estableciéndose en el kilómetro 211, que estaba integrado por tres familias: César
Mendoza y su esposa doña Guadalupe; don Candelario Armenta, doña Sabina Álvarez
y dos hijos que traían ellos, Salvador y Enrique; y Luis Guízar y familia.
Llegaron en un
camión Chevrolet, color verde, modelo 51, venían de Mexicali, por tierra;
hicieron de diez a doce días de camino. Traían agua, comida y gasolina para el
camión. Los trajeron por orden del general Agustín Olachea.
El primer grupo de la
Revolución Mexicana llegó el 10 de mayo del 53, como a las 4:00 de la tarde. Debajo
de un mezquite armó la cama don Luis Guízar, ahí durmió toda la familia. Despertaron
empapados a causa de la humedad del rocío.
Antonio Guiza
nos platica:
“―Mi papá hizo
una casita, exactamente donde está la Paletería la Michoacana ahorita, en los
locales de Peralta. Todavía sin decir éste es tu lote, él desmontó su pedacito e
hizo la casa de palos de cardón, de pitayo, y los horcones eran de mezquite,
techo de palma y las camas también las hizo de mezquite y con tablas de cardón.
Después, cuando se empezaron a vender los primeros lotes de la zona nos
cambiamos a donde está ahora la tienda Madu. Ese fue el primer lugar que compró
mi papa. No había nada cuando llegamos. Nada, nomás don Alejo. Cada mes venía
un camión con mandado enviado por el gobierno a traernos comida, frijoles,
papas, café, azúcar.
”A estas
familias les tocaron dos ranchos; eran como doce socios.
”La señora
Guadalupe Ramos Navarro dio a luz al primer niño que naciera en Ciudad
Constitución, el día 13 de agosto, a los tres meses y tres días de que
arribaron de Mexicali, B.C. en lo que ahora es Zapatería Margot, Olachea y
Bravo. El padre de la criatura fue el señor César Mendoza Quintero y el nombre
del niño Víctor Manuel.
Las primeras
familias radicadas en este lugar fueron, entre otras, la de don Alejo Verdugo,
Atenógenes Camargo, Enrique Muro, Eliseo Santana, Víctor Palacios, Luis Hoyos
Arana, Darío Hernández, los hermanos Astorga, José Rodríguez, Miguel Martínez,
Jesús Garza, Miguel Niebla Trinidad Camargo, Luis Naranjo, Ignacio Cruz,
Alejandro Real, Rafael Sequeiros, Modesto Michel, Basilio Tapia, Miguel Flores
y Juan Valdés.
Colonia Gallo Loco
Se formó la colonia Gallo Loco, encabezada por
Daniel Gallo Quevedo, Reynaldo Gallo, Teresa Larios y Manuel García Silva.
Mientras tanto, la continuación del trazo de la
carretera transpeninsular de La Paz a Santo Domingo, incluyó la erección de un
campamento en el kilómetro 211, y el asentamiento en este lugar de los
integrantes de la colonia Revolución Mexicana, la cual finalmente daría origen
a una comunidad que, por su importancia, se convertiría en la cabecera de lo
que posteriormente sería el municipio de Comondú, Ciudad Constitución.
Colonia La Laguna
Para 1953 el panorama no había
cambiado mucho. Nos platica don Juan José Molina que él llegó a formar la
colonia La Laguna: “unos señores nos dijeron: «danos chance de ir a pescar para
comer algo diferente». Pues vayan a pescar, les dije. Y se fueron. Pasaron tres
días y no regresaban, entonces, por la noche, les poníamos un palo largo,
largo, largo, largo, con una linterna a mero arriba, para que les sirviera de
luz, por si venían de noche. Que se guiaran por la luz, pero no. Nomás
caminaban de día y también se perdieron, pero a esos sí no los buscamos. Dieron
con ellos ahí donde estaban. No había nada. Por donde salían era monte, y
luego, todos los árboles que había se parecían. Ni modo de decir no, éste es
diferente de este otro. Por éste nos vamos. Se perdía mucha gente en ese
tiempo.
Segundo grupo
de la colonia Revolución
En 8 de marzo
de 1954 llegó el grupo más numeroso a la colonia Revolución Mexicana: setenta
familias, encabezados por Manuel Lizárraga, Sabás López, Juan Ríos, Perfecto
Medina, David Hernández y varios más.
En la colonia Revolución Mexicana fue designado jefe de colonia don Manuel
Lizárraga Niebla, 1954-55, que también era agricultor de la misma.
El profesor Víctor Manuel Peralta señala: “el señor Lizárraga tuvo una
labor bastante aceptable. Se llevaba bien con toda la gente. Era amable, jovial
y también tenía su cuarto de rancho”.
Llegó también Jesús Corrales y su familia.
Sra. Consuelo Beltrán de Corrales
“Llegamos muy de
tardecita, un seis de marzo de 1954. Estuvimos en el Valle de Mexicali tres
años, y del valle de Mexicali nos venimos para acá. Primero llegamos a Ensenada,
donde estuvimos ocho días, de ahí nos salimos en un barco que le llamaban el Tarica.
Era barco carguero. Dicen que veníamos 55 familias, las que llegamos en ese
barco a La Paz.
De allí nos
mandaron en dompes para acá. Sino hubiera sido por el general Olachea, nos
hubiéramos muerto de hambre. Nos daban diez mil pesos de comida cada mes para
todas las familias y nos dio un pick up para traerla ir y venir. De aquí lo
llevaba Manuel Lizárraga, cargado de leña de palo fierro y de allá se traía la
comida.
”Todo esto era monte. Allá estaba don Alejo Verdugo, había un pozo al otro
lado de la carretera y él nos daba agua para todos los que llegamos…. después
que le daba al ganado.
”Cuando llegamos hicimos, con todo lo que traíamos, sábanas y cobijas, unas
carpas y los niños amanecían con la cabeza empapada por el rocío.
”Después hicimos una casita de palo y palmas.
Cuando llegamos había como cinco familias: César Mendoza, doña Sabina
Armenta y uno de los Flores. Miguel Martínez y Socorro Cruz tenían una
tiendita.
Los señores salían a trabajar “al colectivo” así le decían.
En mayo, el ingeniero
Luis J. Gallo hizo los primeros deslindes de la colonia Revolución Mexicana. En
esta área vino a quedar el lote destinado a fundo legal de la población.
Colonia
Salvatierra
En 1955 llegó
procedente del D.F., recién egresado de la Universidad Nacional Autónoma de
México, en donde estudió ingeniería, el señor Miguel Uribe Castro, quien se
integró como productor en la colonia Padre Kino, luego Salvatierra, en el lote
27.
Fue subdelegado de la Comisión Nacional de Colonización por cinco años, y
ya como productor fue presidente del Patronato para la Investigación, Fomento y
Sanidad Vegetal, en 1967, y presidente de la Asociación Ganadera.
El delegado de
colonización en ese tiempo fue el ingeniero Francisco Mariscal.
Esta es parte de la historia que vivieron los primeros productores del
Valle de Santo Domingo a su llegada a esta tierra, un camino lleno de
obstáculos y carencias, pero gracias a su tenacidad y al apoyo tanto del
Gobierno del Territorio y del Gobierno Federal, se logró salir adelante, para convertirse
esta región en una zona agrícola de gran importancia.
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